ME LLAMO EARL (My Name Is Earl) es una comedia que me ha ganado. Reconozco que me asomé a ella con precaución, con cierto recelo. Aunque el arranque era original:
Un pobre desgraciado dedicado a pequeños hurtos y engaños le toca la lotería, y justo entonces pierde el boleto. En la cama del hospital ve un programa de TV donde hablan del karma. Él se lo resume así: “me pasan cosas malas porque he sido malo, si intento ser bueno, me pasarán cosas buenas”. Dispuesto a cambiar hace una lista con todas sus malas acciones y procura ir enmendándolas.
Junto al peculiar Earl (en el bolsillo, la lista), su hermano Randy, flanqueados por su ex Joy (con quien tiene dos hijos, ninguno de ellos suyo), y Catalina (la inmigrante sin papeles), detrás, Darnell “El hombre cangrejo” (nuevo amante de Joy y amigo de todos)
Esta comedia de paletos de pueblo, tiene los niveles de surrealismo e inteligencia de los grandes tótem de los dibujos animados (como THE SIMPSONS, y el uso generoso de flasbacks de FAMILY GUY). Con capítulos independientes, que no obstante se van entretejiendo gracias a los secundarios (el cartero, la prostituta, el amigo gay, los colegas de fechorías, los padres de Earl, el pasado de Darnell), permite verlo sin las ataduras que una serie con pretensiones obliga. Sonríes, ríes, y alguna carcajada delirante provoca.
De la primera temporada (24 episodios) es altamente recomendable el episodio 19 (Y2K / Efecto 2000) en que nuestros protagonistas se esconden en un sótano la noche del 31 de diciembre del 1999, temerosos que los ordenadores se vuelvan locos. Al salir al día siguiente no ven a nadie (hay una cabalgata en otra parte de la ciudad) y creen que la humanidad ha sido aniquilada y que son los únicos supervivientes (¡Cielos!) así que establecen un nuevo orden mundial y cada uno se apodera de la parte del hipermercado que más le agrada. No tardarán en aparecer los conflictos “políticos”.
La segunda temporada es, si cabe, aún más surrealista. Con personajes afianzados en sus papeles, la serie se regodea en sus propios chistes, haciendo un episodio de spinoff con ME LLAMO… Joy, Randy, o incluso Darnell.
Aunque, para delirios, el episodio (Robbed A Stoner Blind / Robé un furgón blindado) en que Randy fuma interesantes sustancias que les hacen ver a sus amigos como muñecos de plastilina (al estilo Wallace & Grommit)
La serie tiene ese toque motel cutre de carretera de paso, algo pueblerino –que en Estados Unidos significa cosas como tener un coche pintado como la bandera-, tipos sin glamour alguno, locales de striptease y cerveza caliente, donde no hay futuro ni expectativas (a no ser que seas inmigrante aún más pobre) y donde los pillos como Earl, sobreviven estafando aquí, y robando allí.
Una serie que da una patada al trasero al glamour de NY, y a los héroes americanos, y muestra una vida en la América central, lejos de cualquier sitio conocido. Y sin embargo, cuotidiana, y por más bizarra y surrealista, tan real como son otros pueblos anodinos americanos como Springfield.
Totalmente deacuerdo, Mr. Bennacker. Tuve con esta serie una experiencia similar a la que cuentas, con un recelo que rápidamente se transformó en sorpresa y finalmente en puro disfrute. Cuando sea grande, hasta puede que le dedique mi propio post. Excelente serie.
Un abrazo.