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Posts Tagged ‘textos’

Esta anécdota ya la he contado varias veces:

Yo iba a un peluquero parlanchín que al enterarse que escribía (agh) le dio por interesarse por mi “obra”. Es difícil hablar de lo que escribo, hasta el punto que creo que al hacerlo, lo desmerezco. El caso es que, con las tijeras tras mis orejas, ese buen hombre me expuso su teoría acerca de las historias. (Relatos, novelas, películas,… en el fondo son todo historias).

Una buena historia, debe tener una introducción, un nudo y un desenlace”.

Este esquema clásico, me pareció cruel. Un molde para el que la mayoría de mis “cosas”, era extraño. Si aquello era lo bueno, lo mío era ¿malo? Decidí cambiar de peluquero.

El teatro suele tener este esquema. Shakespeare (escoged la que queráis) tiene este esquema. Y luego está Strindberg. Eso no tiene final… no hay final al caer el telón. Cae porque tiene que caer, pero la cosa, la historia, podría seguir (y sigue, aunque no la veamos). Todo el mundo conoce Shakespeare, aunque no lo hayan leído nunca. Hasta hace dos meses no tenía ni idea de quien demonios era Strindberg. Quizás no significa nada… o quizás sí.

Hace poco colgué por ahí un texto que me parece ingenioso y bueno. Era de uno de mis temas recurrentes: el asesino cotidiano. Un ser humano de lo más normal y corriente, que comete atroces actos. El texto arrancaba con el abuso del cuerpo de una chica (a la que acababa de matar), y enseguida saltaba a su vida conyugal, una vida de pareja compenetrada y feliz. Incluso me permití un chiste macabro.

Es bien cierto que cada lector lee su propio libro, su propia historia. Y que muchas veces no tiene mucho que ver con lo que el autor escribe (y ya no digamos con lo que el autor tiene en la cabeza).

Las reacciones a mi texto fueron de lo más dispares. Algunas realmente asombrosas. Alguien me comentó incluso que le parecía original la charla con el bebé. ¿Qué bebé? Ò_Ó

Ni por temas, ni por estructura narrativa, lo que escribo será nunca demasiado popular. Melusina decía que yo siempre buscaba temas escabrosos y truculentos, y que eso apartaba a “la masa” de lectores. Y Darthpitufina sigue manteniendo que para mucha gente “la muerte” es un tema tabú, incluso en relatos de poca monta. Un editor soltó en una entrevista: “El recuerda que vas a morir, no vende”. Pues estamos apañados.

Estas dificultades (aparte de las neuras propias), me llevan a menudo a la sensación de incomprensión. Y más aún, en si debería esforzarme en intentar hacer entender mis cosas. Es decir: explicarlas. Si mis textos son juegos de magia, explicarme sobre ellos equivaldría a enseñar el truco. Pero si el único fin de escribir es salirse de uno mismo y encontrar comprensión, ¿qué futuro espera, si el mensaje recibido por el lector es erróneo?

Como siempre, en caso de dudas, acudo a mis Maestros.

Kubrick jamás daba ruedas de prensa para hablar de sus películas: “Lo que tengo que decir sobre la película, está en la película.” Algo semejante decía Sir Alfred, cuando un actor le preguntaba acerca de su personaje: “Lo que tiene que saber está en el guión”. ¿Y la motivación?, preguntaba el actor, a lo que el ingenioso Hitchcock le respondía: “la motivación debe buscarla en su sueldo”.

Quizás fuera Goethe que decía: “Hablar sobre escribir, es no escribir. La gente que escribe no tiene tiempo para hablar de lo que va a escribir o de lo que ha escrito, está escribiendo.”

Touché

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Aunque escribo para mí, pues soy el único que sé que me lee, el único que me analiza y me valora, el único que siempre me propone mejoras, sin esperar nada a cambio, aunque escriba para mí, decía, hay un océano de necesidad ajena que me palpita.

Si no recibo comentarios, ni reacciones, de la gente que me importa o de los desconocidos, me quejo.

Si el comentario es “escribes muy bien”, me quejo.

Si alguien toma tiempo y molestia en reflexionar sobre algo mío, me agrada un instante, y luego, fugaz, pienso: “bueno, pero he escrito más cosas”. Y deseo fervientemente que también explore esos textos.

Creo que hay en mí una necesidad de reconocimiento de mis “obras”, de mis “porquerías”. Para que luego pueda usarlo como bandera contra mi pasado, y contra ellos y decir, con sorna: ¿veis? ¿Veis como tenía razón?

Y haber logrado así, con ese reconocimiento, cierta meta final a una existencia pueril y dolorosa. Encontrar, al final, una razón luminosa para tragarme toda esta oscuridad.

Creo que mi única “obra”, la única que haré en la vida, es “toda la obra”. No es que escriba una y otra vez lo mismo, sobre lo mismo (que lo hago); es que todo son pequeñas piezas de una única cosa. Obviamente yo, ¿no?

Entonces, quizás, no tenga nada que ver con la “escritura”, sino conmigo.

No escribo para “escribir”, sino para exponer lo que soy, con la esperanza ciega, de encontrar a alguien que lo entienda, que lo comprenda, y dejar de estar solo.

Lo que escribo no es fácil, dicen.

No escribo para entretener a nadie, no te cuento una historia. No sé nada de personajes, ni escenarios, ni diálogos, ni técnicas narrativas. No se nada de “escribir”, en realidad.

Escribo por necesidad.

La mayoría de veces, escribir es mi forma de hacer daño. De escupir veneno. No son tintes mesiánicos revolucionarios, no es “despertar al borrego”, sino que todo es mucho más sucio y egoísta, arrastrar al lector a mi pozo.

Es decir, dejar de estar solo (otra vez).

Debe ser esto, pues.

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Está claro que el complot de gritos de mis vecinos no me dejará escribir. Desvió la cabeza y contemplo el desatino que se repite en ese jardín descuidado y salvaje. La distancia que me separa de ellos es físicamente irrisoria, pero estamos en mundos diferentes.

Todo empieza con el abuso que el padre hace del claxon del coche; empieza a tocarlo al torcer la plaza, con el único objetivo que alguien le abra la puerta. Un acto que siempre me ha parecido de servidumbre. Por lo general, la esposa, la suegra, y su hija le ignoran. Así que al detener el vehículo, al claxon se le suman vulgares improperios. Es la esposa quien se suele humillar a abrirle la puerta.

Una vez dentro, en el patio de la casa, los insultos, las vejaciones y las vulgaridades verbales siguen. La esposa, a su vez, le responde a grito tendido. Ella suele dejar la batalla de insultos en busca de algún quehacer que abandona en unos minutos, y él, busca una botella, y sigue gritando hasta que el pantano de licor le nubla la mente, y le entorpece la lengua.

La suegra, en el otoño de la vida, ha optado por arrancar manojos de hierbas en el rincón más alejado del jardín y fingir que nada ocurre. Y la niña, una criatura cebada a gritos y a comida grasienta, tiene, a los seis años, la barriga del padre, la cara neumática de la madre, y unos conceptos aprendidos la mar de dañinos. A veces, jugando con su hermanito, un bebe rechoncho, adopta el rol de madre, y le grita o le lanza puñados de arena con el único afán de provocarle el llanto. Esto a su vez, provoca más gritos por parte de la madre, un ballenato que pasea todo el verano con un bikini sujetado con imperdibles, quejándose de dolores de cabeza y lo “enferma” que le pone su hija.

Intuyo que tal actitud es un recurso anti depresión, para desahogarse de la humillación del marido. Así, la mujer repite en su hija la misma escena, y luego se sorprende, de los ataques de ira y llanto animal de la niña, que no hace más que imitar lo que ha visto.

Todo ello ante mi mirada indiferente. Al terminar el número circense, vuelvo a mis tareas.

Leo Bennacker

Más: http://www.grupobuho.es/blogs/Leo_Bennacker

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Quizás estamos sensibles, o el texto tiene más llaves de las que aparente, pero un breve y airado post de Darthpitufina http://darthpitufina.blogspot.com/2007/07/filosofa-de-vida.html

Me hace recapacitar hacia mi propia experiencia con “la masa estúpida”, y la frustrante lucidez de la expresión A nadie le importa lo que eres, realmente. No quieren saber tus deseos, tus aspiraciones, tus pretensiones. Sólo saben ver lo que ellos creen que eres.”

Como ahorcador de textos propios en la red, se me acerca un humilde pero ¿sincero? grupo de lector@s. Algun@s se afanan en leerme, hasta encontrar por ahí mi MSN. Está demostrado que una vez me agregan al MSN dejan automáticamente de leerme.

Esto se debe, creo yo, a que la gente agrega people al MSN como los cazadores de antaño colgaban cabezas en el salón. Los tienen ahí para admirarlos.

También se debe al egoísmo humano.

Cuando uno escribe, narra sus filias y fobias con mucha más sinceridad que las respuestas que pueda dar a las sucias y tópicas preguntas de un chat. Pero leer un texto de alguien, es ser UN@ de los posibles lectores, y eso a la masa estúpida que te agrega al MSN y que no te lee, no le gusta. Si te agregan no es porque les guste lo que escribes sino que, en el fondo, lo que quieren es aislarte y que ESCRIBAS SÓLO PARA ELLOS.

A menudo preguntan qué escribes, en lugar de leerlo.

Ya no tienen tiempo para leerte, pero quieren, y a veces se empeñan hasta volverse molestos, en saber quehaceres cuotidianos de tu vida o banalidades como el color de los ojos.

Quiero conocerte más, dicen.

Pues léeme, y no preguntes.

A las preguntas puedo mentirte, pero en lo que escribo no. (Otra cosa será que el texto no sea real, pero nunca será mentira).

Mención aparte aquella gente que te agrega y que luego nunca te dirige la palabra. (¿?). Y si cometes el error de iniciar la conversación tú, su respuesta será, invariablemente:

-¿Quién eres?

¬¬ Me agregaste tú, besugo.

Todo ello se debe, en el fondo, a la simple necesidad de sentirnos especiales para alguien. Y acaparamos gente en nuestras vidas cómo quien coge rehenes. Esto nace de la seguridad que sabemos, aunque no queramos asumir, que la gente que nos rodea –física o virtualmente-, puede desaparecer y abandonarnos de un día para otro. Y los que prometen que nunca lo harán, son los que de forma más inexplicable desaparecerán.

Enfadarse por ello es tan ridículo como enfadarse porque amanece. Te puede disgustar o te puede doler, pero no vale la pena amargarse por ello, la gente va y viene, y punto.

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El viento sopla como si quisiera llevarse el mal del mundo. Brel pide que no le dejes. Y yo, yo noto pesadas las flexiones. Los primeros ocho textos para LOS 400 GOLPES han surgido en 10 días (domingos, descanso). ¿Eso es un logro?
Hay uno que me gusta especialmente: «Carta de un asesino feliz«.Nadie me obliga a seguir las palabras del juego de Cuentanet, y menos cuando son palabras propuestas hace…¡2 años! Pero… Si alguien ve la serie MONK, recordará que Adrien Monk necesita tocar todos los postes del camino para avanzar.

Las palabras de la novena semana del juego, ya las usé. Fue durante el verano del 2005. Había empezado a publicar allí AZPring o el abecedario; y el foro era un juego y a la vez una forma de llamar la atención y atraer lectores hasta mi «rincón».

Usaré los textos de entonces. No puedo colgarlos sin más, siento la necesidad de revisarlos. ¿Por qué este perfeccionismo enfermizo? Es mucho más fácil escribir de cero que revisar,…

Llevo 2 semanas con el Fanfic de los nibelungos encima de la mesa. Lo escribí para el fotolog el verano paso, paso sin pena ni gloria. La subiré aquí, en FICCIONES. Revisado antes, claro. Terrible es revisar.

Rescribir no es volver a escribir, sino volver a pensar.

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Mañana es ese día que tiene que venir y que esperas.

Ese día en que todo empezará de cero.

El día del arranque de las oportunidades.

El día del primer peldaño de los sueños.

El día en que la esperanza se empieza a palpar de realidad.

Mañana es ese día.

Sin saber muy bien cómo, ni tampoco cuando, se convierte en hoy. Se ensucia de presente, y debe ser sacrificado, y todo lo que esperabas, se debe trasladar a mañana, al siguiente.

Cae al suelo sucio, y hay que desecharlo también. El siguiente, dices.

A la basura. Otro.

Otro.

Ha pasado una semana. ¿Dónde estabas hoy hace una semana?

Si no lo puedes recordar, ¿cómo recordarás el mes? Y luego, se agrupan doce, y toca cambiar el calendario de la pared. Ese paisaje muerto que para ti jamás ha sido real del todo.

Cinco, diez, quince años, y ya conoces los nombres más divertidos del cementerio.

“Dolores Fuertes Barriga”

“Vanesa Delano Ancho”

Y unos cuantos más, con rostros grave y fríos como de esperar, aún, alguna cosa. De repente estás rodeado de gente muerta, y te tiemblan las manos. Ya no bajas los adornos de navidad de lo alto del armario, ni barres bajo la cama.

Y mañana, dices.

Mañana…

Lo único que hay para mañana es la muerte. Hasta entonces, sin pasado y sin futuro, tan sólo un presente continúo que se va desintegrando bajo los pies y te obliga a seguir, aunque no quieras.

La vida empuja.

La vida siempre empuja.

Leo Bennacker

No hay mañana

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A veces deambulo sin sentido por todo aquello que he sido y por lo que nunca llegaré a ser. Y me digo: deprisa, deprisa; porque todo parece que me empuja, y sin saber a hacía donde, doy vueltas sin parar, y pienso, demasiado.

Me ahogo con la incertidumbre y me acuchilla el miedo atroz. Como si un monstruo me tuviera en su boca y me masticara. Doy vueltas, me empapo, me siento sucio, pero no me traga, y no me digiere.

Una de aquellas torturas mitológicas ante la cual cierro las lecturas, y me recuerdo infante de mi reino, arrodillado rezando.

Y se enciende un fuego latente de odio y rencor. No quemo jamás nada, pero me voy extinguiendo un poquito, un poquito más.

A veces deambulo con demasiada lucidez por mi existencia pretérita, y aquello que encuentro, esa ciudad de recuerdos mohosos, de lugares devastados, de cadáveres abandonados y putrefactos, son bien míos. Toda la posguerra me pertenece. Ha empezado el racionamiento de sueños. Tiempos grises y rejas fuertes. Hasta olvidar el color de los bosques, y las formas de las nubes. Hasta creer que siempre ha existido este dolor, y que jamás desaparecerá.

Soy hijo de la ira; soy miedo puro, inestable y frágil.

Un leve temblor de manos, un titubeo en los labios pálidos, una ceguera permanente, una sordera voluntaria. Una mente atrofiada. Si suena la campana, salgo a escena, y finjo ser el loco alucinado. Algunos humanos me aplauden; son sólo los que saben de su sufrimiento. Los que desconocen su fin, no lo entienden, y me dan consejos que no saben que están vacíos. Pobrecillos, pobrecito.

Soy hijo de la mentira; soy engaño puro, egoísta y vanidoso.

Una sonrisa feliz. Sabes que siempre fui sincero. Que la vida es un circo, y al cerrar la puerta, todas las vedettes hacen muecas ante el espejo. Los animales defecan en un rincón y ya no prueban de arrancar la cadenita que les ata; antaño no pudieron liberarse y ya han perdido la fe en los intentos. Siempre quedan luces encendidas

Leo Bennacker

Poemita prosaico y autobiográfico

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Esta semana he hecho un dispendio económico.

He “tenido” que comprarme un móvil. El mío falleció (¿de no usarlo?) y no tenía arreglo (¿ah, pero se arreglan?). El maravilloso programa de puntos, no sirve para la gente como yo. Los puntos caducan a los 2 años (¿Acaso hay que cambiar de móvil cada 2 años? ¿Y si no lo haces, mereces la muerte?).

Este será mi tercer móvil. ¿Hechos para durar poco? Seguramente.

En la tienda de informática, donde un preludio de calvo maquillaba con una boina su frente sin fin, he adquirido varios productos: un monitor, un dvd, y un mp3.

El monitor tiene razón de ser. El que tengo es el mismo desde que me compré el ordenador (el primero), yo le calculo unos ¿10 años? Ò_Ó No se ha estropeado, pero a menudo se ve un tono azulado, la mar de molesto. Mi capacidad para aguantar situaciones penosas también tiene un límite y como escritor –que no escribe- pero que pasa la mayor parte del día delante de la pantalla, ya me vale tener una pantalla mejor.

El dvd, -curiosamente lo más barato- fue un arrebato. En la biblioteca de mi pueblo, mole de edificio feo, frío y sin vida, he descubierto un estante de películas de cine. (Traducción para gente “normal”: películas viejísimas). Dicen los adictos a bajarse cosas por el LSD, que no se encuentran cosas viejas (o son gente q por viejo entienden el 1970; o simplemente, no saben buscar). En todo caso, como no tengo un dvd en la TV, he pensado que al menos… :S

El mp3 ha sido adquirido para darle una utilidad al pendrive. Yo, 3 años “estudiando” informática, nunca he tenido un dispositivo de almacenaje en serie (USB), y como decían en los guiñoles: ni puta falta que hace.

Ahora me hace relativa falta (sin LSD no puedo mandarme cosas muy gruesas al correo, xq tira años en bajarse –y luego ni me lo miro, xq francamente ¿a quién le importan unos manuales de 700 páginas en pdf de programación?). A mi, parece que ya no…

Sigamos…

Adquirir estos productos modernos, no me atrae demasiado. Gusta tocar y oler lo nuevo, porque tiene un tacto fresco, y un olor suave. Pero… ¿de verdad lo necesito? Si fuese valiente, haría una lista de objetos útiles, y me desprendería del resto. Si fuera valiente, he dicho.

Uno de mis pensamientos recurrentes en mi infancia era la guerra. Y cómo me iba a llevar “mis cosas” en caso de producirse un conflicto. ¿Qué salvaría en caso de tener que huir de casa por un incendio o un terremoto? De “THIEF” (la primera novela feliz) hay como diez o doce copias en “ahora desfasado disquetes”.

Cuando la guerra estaba más presente en mi mente era la noche de San Juan. Cerraba los ojos, me tapaba con las sábanas e imaginaba que estaba en Yugoslavia (país que hoy ya no existe; se desintegró en una larga guerra durante mi infancia).

Un ser humano sólo tiene aquello que no puede perder en un naufragio.

Todos esos cachivaches ¿realmente nos facilitan la vida? ¿O nos crean nuevas obligaciones, nuevas necesidades?

En la película JUAN NADIE hay una interesante reflexión de un mendigo:

“Si tuviera casa, tendría un lugar al que ir siempre. Tendría que pagar la hipoteca o el alquiler; los gastos de agua y luz. Estaría atado ahí, y para “moverme” quizás necesitaría un coche. Tendría que pagar los seguros, la gasolina, mantenerlo. Y claro, debería hacer un garaje cerca de casa para guardarlo pues temería que me lo robasen…”

El consumismo es una extraña bestia que te “obliga” a querer cosas que no necesitas; y a querer más cuando ya las tienes. Cuando se estropea la TV –drama para mí-, mi padre dice: “Yo viví 25 años sin tele”.

Todo ello, en parte, me llevó a la cita: “cuando muera sólo seré un montón de papeles escritos”.

Pues todo lo demás, todas mis valiosas “posesiones” son mías como pueden ser de otro. Lo que escribo, no. Eso es lo único que tengo.

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Para mí la vida es teórica.

Y mi “vida”, depende únicamente de mi predisposición mental a ello. Soy capaz de grandes cosas, pero tan sólo con un bonus de motivación que JAMÁS ha surgido por mí mismo.

Por el contrario, en estados de decadencia, soy incapaz de las tareas más mundanas, como por ejemplo, salir a la calle.

En el estado de deriva en el que ahora me encuentro, veo con absoluta nitidez la catástrofe. La veo venir, y sigo sin apartarme, ni hacer nada para impedirla.

Ese vacío que late en mí; esa falta de fe en las creencias, terrenales o espirituales; esa falta de apego con los conciudadanos. Esta sensación de perpetua falta de algo indefinible… Este romanticismo fuera de época, todo ello provoca el desgaste y la rotura de los engranajes para vivir.

La neblina tétrica, este hastío que me devora, este desierto aullador dentro de mí que jamás retrocede, sino que a lo sumo, logro hacer avanzar más despacio, quizás ha distorsionado mi realidad. O quizás mi realidad siempre ha sido deformada. O es lucidez, o es locura. O la necesidad vital que sea alguna de ambas, y así abandonarme a ella.

Mi suicidio no requeriría de una gran puesta en escena.

Mi suicidio será, por ejemplo, ver venir un tren y no apartarme. Ser consciente que viene, que me va arrollar, y no tener ni fuerzas, ni voluntad, para dar un paso.

Un leve paso, es a menudo la diferencia entre vivir y morir. Saberlo, no ayuda ni poco ni mucho.

En estados de decadencia, escribir quiero pensar que ayuda. Es la única forma de gritar que conozco.

Es un grito a nadie en concreto… ¿a quién “de verdad” le grito?

Es un grito al mundo entero… que no entiendo y me aterra. Y al que, en momentos de hundimiento, quisiera, yo o la maldad que hay en mí, arrastrar conmigo.

Leo Bennacker

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