Tras un mes de asfixiante espera, el mameluco de turno devolvió el libro a la biblioteca, y este humilde lector pudo continuar con la historia del chico-mago.
Por primera vez en la pequeña historia de la saga, un libro, Harry Potter y el misterio del príncipe, es más breve que su predecesor (superar las 900 páginas de la orden del Fénix, era tarea difícil) “sólo” 600 páginas.
Teniendo en cuenta que es “el penúltimo”, uno intuye cierto declive en la narración. Y que, pese a su dramático final, el misterio del príncipe es un libro de transición hasta “la gran batalla final” que uno intuye, y espera, en el último libro.
Empecemos…
Lo primero que sorprende es la traducción del título. El original es “and the Half-Blood Prince” algo que –según leeremos– se podría haber traducido por “y el Príncipe Mestizo”.
La historia arranca en tres lugares.
Empieza el capítulo 1 en el despacho del primer ministro (británico) –es decir… ¿Tony Blair? La autora se guarda bien de dar pista alguna, y soy yo el que he imaginado su dentuda cara, por una simple asociación espacio-tiempo-.
El capitulo 2 empieza en casa de Snape Ò_Ó donde el siempre inquietante profesor de Pociones –sobre el que han recaído las sospechas de Harry durante los 5 libros precedentes-, se nos muestra malo. Y no sólo eso, sino que él mismo hace un repaso a los momentos de incertidumbre y narra con todo detalle lo malvado que es y ha sido siempre. Como uno ya “conoce” a la autora, le da que pensar, y empieza desde ese momento a esperar un giro final que muestre a Snape como un héroe.
Harry no aparece hasta el capítulo 3. Dumbledore en persona lo recoge para ir a convencer a un viejo colega para que ocupe la eterna vacante de profesor en el colegio.
Con un Snape declarado malo, las sospechas del lector recaen en Draco Malfoy, instigadas por un casi paranoico Harry –convencido completamente que el joven Malfoy “trama algo”-. Esa sospecha, sin demasiadas pruebas de entrada, se alarga y se alarga, con espaciadas y débiles sospechas que sólo Harry ve como pruebas irrefutables. Ron y Hermione, le siguen, pero dudan.
Esa es una de las pequeñas tramas del libro.
Y es que en el misterio del príncipe no hay una gran trama. Voldemort está lejos, por ahí, en algún punto indeterminado haciendo vete a saber qué. Y la forma de acercarse a él es reviviendo recuerdos guardados en el pensadero.
“… espero que te hayas percatado de la reacción de Ryddle cuando mencioné que había otra persona que se llamaba como él (…). De ese modo demostró su desprecio por cualquier cosa que lo vinculara a otras personas, o que lo hiciera parecer normal. Ya por entonces él quería ser diferente, distinguido y célebre (…) se despojó de su nombre y creó la máscara de ‘Lord Voldemort’ detrás de la cual se ha ocultado durante mucho tiempo. ”
La otra pequeña trama del libro ese “el Príncipe mestizo”. Aparece como propietario de un libro de Pociones que le permite a Harry sacarse de la manga ingeniosos trucos y hechizos que le sacan de apuros, y no sólo en el aula.
Con estas dos tramas no se sustentan 600 páginas, así que la autora recurre al juego de parejas. Hace 6 años que seguimos a Harry por Hogwarts pero nunca se había hecho mención alguna a parejas besuqueándose en las butacas de la sala común, o por los pasillos. Pues aquí, sí. Francamente esta extraña necesidad de ir emparejando a la gente resulta un relleno poco interesante, propia de otros productos para adolescentes.
Hablemos de Draco…
Desde su segunda aparición en la historia, en el expreso de Hogwarts el primer año, Draco se nos presenta como un chico pijo y repelente, que empieza a sentir aversión por Harry. Un malo, en definitiva. Enseguida se le añaden dos matones, grandotes, fuertes y tontos (Crabbe y Goyle), y más adelante una chica-florero, Pansy Parkinson. La simplicidad de este cuadro de “el malo”, resulta un tanto chocante por ser un tópico tan universal y atemporal.
Partiendo del protagonismo que tiene Draco en esta sexta entrega, resulta un poco frustrante lo poco que podemos disfrutar de sus acciones. En realidad, pese a estar en boca de Harry continuamente, es quizás, la vez que menos aparece por en medio de la historia. No será hasta el final que obtenga el foco de nuestra atención. Por desgracia su fugaz protagonismo es engullido sin piedad por otro personaje.
Harry Potter y el misterio del príncipe se va leyendo con calma, con algún ataque sorpresa, y sin que el descubrimiento del príncipe, lo que hace Draco, o el pasado de Voldemort se prodiguen demasiado. Ese ir haciendo, ese calentamiento lento de algo, también ayuda a pensar que se trata de una transición hasta el final de la historia.
La cosa se anima en el capítulo 23, a falta de 100 páginas, entonces las nubes del pensamiento se disipan, Dumbledore pone las cartas sobre la mesa, y pide ayuda a Harry para una peligrosa misión que lo resulta aún más al volver al colegio. Los acontecimientos se precipitan, y como siempre la autora, se esfuerza en dejar atados todos los cabos, provocando una extensa explicación en la torre de Astronomía, tras la cual aún queda por desvelar la identidad del príncipe mestizo.
“No hay nada que temer de un cadáver, Harry, como tampoco hay que tener miedo de la oscuridad. Lo único que nos da miedo cuando nos asomamos a la muerte y a la oscuridad es lo desconocido” Albus Dumbledore
Explicar esto sin hacer caer en un spoiler va a requerir de un juego malabar, pero lo haré.
El príncipe mestizo es alguien que no te esperas, eso se da por supuesto, pero es alguien a quien por lógica aplastante la propia autora ha descartado. Y uno se pregunta si la revelación final es falsa, si la autora metió la pata o yo –humilde lector- me he perdido algo. Ò_Ó Quien quiera discutir o comentar esto que lo haga en privado. No destripemos la historia.
Queda uno. Sólo uno para acabar con la “heptalogía” mágica por excelencia. Antes que se publique la versión traducida, procuraré leer EL FINAL.
A día de hoy Harry Potter y la orden del Fénix, es mi favorito.
Harry Potter y el misterio del príncipe es el que tiene un final que más sacude mi frágil corazón.
Y Severus Snape, es –y sigue siendo-, mi personaje favorito.